Si llevas semanas "haciendo todo bien" y la báscula no se mueve, es hora de dejar de pensar que la vida esta en tu contra y analizar qué está pasando en realidad.
Muchas veces, la razón por la que no bajas de peso no es tu metabolismo, ni la genética, ni la mala suerte. Es porque, simplemente, no estás en déficit calórico o no eres constante con el proceso. Vamos a dejar las cosas claras.
1. No estás en déficit calórico (aunque creas que sí)
El déficit calórico es la única manera de perder peso. No hay excepciones. Si no bajas, es porque de alguna manera estás consumiendo más calorías de las que gastas. Punto.
-
Estás subestimando lo que comes: Un "poquito de aceite", "un puñadito de frutos secos", "solo una mordida" pueden parecer insignificantes, pero suman calorías.
-
No cuentas lo que bebes: ¿Tomas jugos, cafés con leche y azúcar, o alcohol los fines de semana? Ahí tienes calorías extra que pueden estar saboteando tu progreso.
-
Los fines de semana destruyen tu déficit: De lunes a viernes comes "perfecto", pero el sábado y el domingo comes sin control. Un solo día de exceso puede borrar cinco días de déficit.
2. Estás comiendo muy poco y tu cuerpo te lo cobra
Si has decidido que "la solución" es comer 1200 calorías al día, te estás preparando para el fracaso. Comer tan poco solo hará que:
-
Tengas más hambre y termines comiendo de más en algún momento.
-
Tu energía caiga en picada y tu entrenamiento sufra.
-
No puedas sostenerlo a largo plazo, porque no es realista ni saludable.
3. No tienes paciencia ni consistencia
El progreso no es lineal. No esperes que la báscula baje todos los días. El cuerpo retiene líquidos por múltiples razones: ciclo hormonal, estrés, sodio. Lo importante es la tendencia a lo largo de semanas, no de un solo día.
-
Deja de cambiar tu plan cada semana porque "no ves resultados".
-
Mantén el déficit por varias semanas antes de asumir que "no funciona".
4. Tu entrenamiento no está alineado con tu objetivo
No puedes "compensar" una mala alimentación con horas de cardio.
-
El cardio es una herramienta, no la solución. Si solo haces cardio sin controlar tu alimentación, podrías estar comiendo lo que quemas y no ver cambios.
-
Si no entrenas fuerza, estás perdiendo músculo. Y menos músculo significa un metabolismo más lento.
5. El estrés y el sueño afectan más de lo que crees
Si duermes mal y vives estresado, tu cuerpo responde reteniendo líquidos y aumentando el hambre.
-
Prioriza el sueño: 7-9 horas de descanso real, sin pantallas.
-
Maneja el estrés: Técnicas como la respiración, desconexión digital y actividad física ayudan.
Si no estás perdiendo peso, deja de buscar excusas y revisa tu consistencia. No es tu metabolismo, no es "comer limpio", no es que "haces todo bien y nada funciona". La realidad es que probablemente estés comiendo más de lo que crees, no estás siendo constante o te desesperas demasiado rápido. Ajusta lo que haga falta y sigue avanzando. No es magia, es ciencia y constancia.